miércoles, 5 de marzo de 2014

Cirugía ilusoria 

Autor: Swami B.A. Paramadvaiti


La cirugía plástica moderna comenzó luego de la segunda Guerra Mundial, a raíz de las graves quemaduras sufridas por los soldados tras accidentes aéreos. En aquel entonces para que se considerara necesario practicarle una cirugía plástica a una persona, ésta debía presentar una anomalía congénita o tener deformación a causa de accidentes, infecciones o enfermedades. Así fue el comienzo de la cirugía plástica reconstructiva. Pero con el tiempo la cirugía plástica empezó a ser desarrollada por otros intereses, es decir, los estéticos.
Uno de los peligros más grande es la obsesión con el atractivo del cuerpo material. Uno puede llegar a pensar que la belleza del cuerpo es lo más importante, y con tal mentalidad dar cabida a la añoranza de una apariencia física distinta a la que tenemos. Esto es lo que nutre el impresionante negocio de la cirugía estética. En realidad, los cirujanos plásticos ayudan a las personas a explotar la ignorancia, la vanidad y la ilusión de verse distintas. Ellos con su trabajo no hacen más que acentuar la confusión y el sufrimiento de la humanidad.

Todo tipo de cirugía estética es una intervención quirúrgica innecesaria. Muchas mujeres, por ejemplo, se dejan inyectar en sus caras venenos para lograr que sus músculos faciales se paralicen, y así no se arrugue la piel al sonreir, dando la impresión de ser jóvenes y creyendo que la vejez, la cual es un proceso natural se detendrá. Sin embargo, este tipo de inyecciones son muy peligrosas y nocivas fisiológicamente, en vista de que son substancias extrañas para el cuerpo y tienen efectos secundarios negativos.

Por su parte, muchas mujeres se hacen implantes de silicona en su busto, tratando de adquirir una apariencia que encaje en el concepto actual de belleza. Desafortunadamente, la silicona causa cáncer, debido a que tales implantes son interpretados por el organismo como una cosa ajena y extraña. Por lo que, con el tiempo se obliga a que los implantes sean extraídos.

Los hombres que participan de ciertas actividades, tales como deportivas, suelen consumir esteroides para aumentar su masa muscular o su rendimiento, causando una alteración hormonal en el organismo. El doping, no es más que un producto de la ilusión de creer que se puede controlar el cuerpo y disfrutar de el ilimitadamente.

Cualquier tipo de cirugía trae riesgos, ya que los pacientes difieren en su anatomía y capacidad para mejorarse. Son comunes las complicaciones al momento de la cirugía, así como las infecciones, las hemorragias, los problemas con la anestesia, entre otros. Pero algunos cirujanos ni siquiera dan a conocer esto. Es un hecho que los riesgos pueden aumentar si el paciente fuma, si tiene daños en el tejido conectivo o en la piel (producidos por la radioterapia), si presenta una mala circulación en la zona de la cirugía, si ha adquirido el VIH, si tiene un sistema inmunológico deteriorado o si no está bien nutrido. No obstante, este tipo de operaciones no serían problemáticas, tanto psicológica como físicamente, si se llevaran a cabo sólo ante emergencias y con el propósito de salvar la vida de una persona.

Hombres y mujeres están bajo la misma creencia errada de que su verdadera naturaleza es la corporal y olvidan que la mayor belleza es la interior. Todos estamos destinados a envejecer, y la vejez de ninguna manera va a significar belleza, a menos que consideremos como bellas la experiencia, el conocimiento y la dulzura que una persona pueda ofrecer en la edad madura. La realidad es que no debemos dar tanta importancia a la apariencia del cuerpo material, no somos ni blancos ni negros, ni jóvenes ni viejos; tampoco hombres ni mujeres. Somos almas eternas. Sin embargo, en nuestro papel de seres humanos, debemos entender que la vida es un hermoso regalo que Dios nos dio para que evolucione la conciencia.

La cirugía estética aumenta la insatisfacción ante la vida, pues no complace realmente al alma. Seremos felices cuando logremos avanzar espiritualmente, y más aún cuando estemos en capacidad de conocer a Dios y de llegar a sentir Su amor universal, el cual nos une a todos los habitantes del planeta. Este mismo amor lo podemos compartir incluso estando enfermos o en la vejez. Se trata de algo muy importante: es una bendición divina el utilizar la vida, el cuerpo, la mente y la inteligencia para el bien de los demás, y así experimentar la perfección del alma, que se encuentra en el ámbito del amor puro y sin condición.

Es vital que las personas vean que la felicidad no se logra tras la explotación del cuerpo. La felicidad se encuentra en el servicio amoroso, que se realiza desinteresadamente, hacia todos los seres. Ésa es la invitación que nos hacen las Escrituras Sagradas de la humanidad, en especial los Vedas. Si practicamos una vida consagrada a la voluntad de Dios, vamos a tener suficiente alegría para vivir, sin importar si nuestro cuerpo es o no es el más atractivo a la luz para quienes sólo se fijan en el cuerpo.